jueves, 26 de noviembre de 2020

 Que sé cómo agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior. 

Que conozco su voz en formato susurro, y en formato gemido y en formato secreto.

lunes, 8 de junio de 2020

Ojalá nos crucemos con gente que sí.
Que sí aparece cuando la extrañamos. 
Que sí contesta cuando la llamamos. 
Que sí tiene tiempo de escucharnos
cuando le hablamos. 
Que sí tiene ganas de abrazarnos
 cuando lo precisamos. 
Gente que sí. 
Que sí está en los momentos malos. 
Que sí está en los momentos buenos. 
Que sí. 
Que dice que sí aunque
 esté repleta de miedos. 


Nicolás Andreoli

lunes, 25 de mayo de 2020

Otra vez escondida en aquellos lugares en los que siempre te encuentran cuando te sentís nada, cuando estás vacía.

lunes, 30 de marzo de 2020

Fui yo.
Me alejé incapaz de hacer all in en nuestra
apuesta.

Lo estropeé y luego dije: no quiero un amor
estropeado.
La fuerza se me fue por las letras
e hice daño, que es lo que he hecho toda mi vida.

Te cambié por miles.
Que valían millones.
Menos que tú.

Escandar Algeet.

lunes, 17 de febrero de 2020

  Mónica se mira por tercera vez al espejo ese Sábado por la noche. Se arregla el pelo y se retoca el maquillaje. Encuentra su mirada en el reflejo y la mantiene fija por un minuto. La desvía y se acomoda las medias de encaje. Sale del baño que conectar con la habitación. Se recuesta sobre una cama en la que otra persona estuvo hace dos horas. Comienza a hacerle efecto la línea de cocaína que aspiró hace media hora. Alguien golpea la puerta del cuarto número siete y Mónica abre. Un hombre de unos sesenta años en traje espera al otro lado. Huele a perfume caro y s cigarrillo, tiene la camisa prolijamente acomodada dentro del pantalón, de la que sale una barriga prominente.
- ¿Mónica?
- Sí, pasa. - dice ella sonriendo. Acaricia su brazo y llevo sus manos a los hombros del hombre para sacarle el traje. Cierra la puerta.
  Dos horas más tarde ambos dejan la habitación. Ella sale de la misma contando los últimos billetes y los guarda en su cartera. El hombre se sube a un Fiat 147, Mónica se sube al colectivo 670. Llega a su casa cuarenta minutos más tarde. Ésta es más grande que la pensión en la que vivía hace seis meses. Prende el televisor de 42 pulgadas que se compró la semana pasada y sirve vodka en un vaso. Se sienta en un sillón mullido y se saca los zapatos de taco alto. Cambia de canal cada dos minutos hasta detenerse en una película de época. En la pantalla se ve una jo en con pocas prendas bailando en un cabaré. Un señor se le acerca y deja un billete atrapado en su ropa interior. Mónica deja el vaso de vodka en la mesa ratona que tiene en frente. La compró el mes pasado en un local de antigüedades. Su mirada se queda quieta en un punto de la mesa por unos segundos. Luego se levanta y se dirige al baño, abre el grifo de la bandera y comienza a sacarse la ropa. Encuentra sus ojos nuevamente en el espejo, tiene el maquillaje corrido. Se desabrocha su corpiño rojo de Victoria Secret y sus senos caen a causa de su edad. Se da la media vuelta y mira el inodoro. 
  Esa noche Mónica vomita tres veces seguidas.