jueves, 22 de noviembre de 2012

El vendedor de sueños

  - ¿Quién es usted?
     El suicida ansiaba una respuesta corta y clara, pero nunca llegó. En su lugar, lo que hubo fue otra ráfaga de preguntas.
  - ¿Quién soy yo? ¿Cómo te atreves a preguntar quién soy yo si no sabes quién eres tú? ¿Quién eres tú, que buscas a la muerte para que silencie tu existencia, delante de una platea asombrada?
     En un intento por desdeñar al hombre que lo enfrentaba, el suicida retrucó con cierto sarcasmo:
  - ¿Yo? ¿Quién soy yo? Soy un hombre que en breves instantes dejará de existir. Y ya no sabré quién soy ni lo que fui.
  - Pues yo soy diferente de ti. Porque tú dejaste de buscarte a ti mismo. Te volviste un dios. Sin embargo, yo diariamente me pregunto ¿quién soy? - Y, astuto, hizo otra pregunta: - ¿Quieres saber que respuesta encontré?
     El suicida, apenado, asistió con la cabeza. El desconocido continuó:
  - Yo te contesto si tú me respondes primero. ¿De qué fuente filosófica, religiosa o científica te alimentas para defender la tesis de que la muerte es el final de la existencia? ¿Somos átomos vivos que se desintegran para nunca más recuperar su estructura? ¿Somos apenas un cerebro organizado o tenemos una psiquis que coexiste con el cerebro y trasciende sus límites? ¿Qué mortal lo sabe? ¿Tú lo sabes? ¿Qué religioso puede defender su pensamiento sin usar la fe? ¿Qué neurólogo puede defender sus argumentos sin usar el fenómeno de la especulación? ¿Qué ateo o agnóstico puede defender sus ideas sin un amplio margen de duda, y sin distorsiones? 

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